A finales del siglo XIX y principios del XX en Elche, la producción de jabón todavía tenía un hueco en la economía del municipio. Una gran cantidad de olivos, y el exceso de aceite, impulsó esta industria varios siglos atrás y, con ella, el gusto de los ilicitanos por las aceitunas.

En los territorios con mayores plantaciones de olivos suele desarrollarse la producción de aceite de oliva, pero también la elaboración de aceitunas, como encurtidos y conservas. Y Elche no fue una excepción, algunas familias ilicitanas se especializaron en el arte de conservar las aceitunas y otros productos vegetales; impulsando así un nuevo comercio a nivel local.

Uno de esos puntos de venta de aceitunas y encurtidos, José Gómez, Aceitunas y encurtidos, estuvo desde los años 60 en el Mercado Central, en la Plaça de la Fruita. En estos años, el puesto no era más que un mostrador con recipientes de barro y, en su interior, olivas partidas, olivas negras, en salmuera, las de cuquillo, la sevillana, las moradas, tápenas (alcaparras), cebollas en vinagre…, entre otros encurtidos La costumbre de la época era servir estos productos envueltos en cartuchos de papel, que se llenaban a petición de la clientela; es por ello que no podían llevarse las aceitunas con su caldo, ya que el papel no resistiría tal cantidad de humedad.

Era costumbre pedir la vez en este tipo de puestos o pequeños locales, pues había mucha clientela y era una buena forma de llevar un control de los turnos. Una de las costumbres en este negocio en particular era coger un puñadito de aceitunas mientras se hacía cola, para que la espera fuese más amena.

Después de 60 años el negocio sigue en activo a día de hoy, siendo la hija del fundador, Loli Gómez, junto con su marido, José Manuel Barceló, los encargados de regentar el puesto de encurtidos en su nueva ubicación en el centro de la ciudad.

Autor: Borja Guilló, técnico del Museo Escolar.